sábado, 24 de diciembre de 2011

HACIA UNA TEORÍA DEL ARTE


HACIA UNA TEORÍA DEL ARTE


AUTOR: ANTONIO ÁLVAREZ DEL PINO

ISBN: 978-84-938100-1-6

DEP. LEGAL: SE 8045-2010


Edita: Asociación Cultural "Antonio Bautista". Antonio Álvarez del Pino, nº de socio 7.


INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO I

CAPÍTULO II

CAPÍTULO III

CAPÍTULO IV

BIBLIOGRAFÍA


INTRODUCCIÓN:

Quiero comenzar este libro con un fragmento del inolvidable tratado de Kandinsky “De lo espiritual en el arte”:

“A cambio de su habilidad, fuerza inventiva y emotiva, el artista busca la recompensa material. La satisfacción de su ambición y su codicia se convierte en su meta. En lugar de un trabajo profundo y solidario de los artistas, surge la lucha por estos bienes. Todos se quejan de la excesiva competencia y la excesiva producción. Odio, partidismo, camarillas, celos, intrigas, son la consecuencia de este arte materialista despojado de sentido […]. Hoy vivimos una libertad solo posible en el comienzo de una gran época.”

Es emocionante como una mente lúcida es capaz de adelantarse en el tiempo varias décadas, ya que considero que estas palabras (escritas en 1910), hace exactamente un siglo, están en plena vigencia. Todos estamos asistiendo a la caída de un sistema, no solo económico (cosa evidente), sino de los valores en general, podríamos decir que nuestro mundo se ha convertido en una máquina loca que estamos deseando de parar.

Con la llegada al poder mundial del imperio capitalista, desde final de la segunda guerra mundial, hemos asistido al materialismo de todas las actividades humanas. El mundo financiero es el eje del gobierno de los pueblos, basado en un economía global de mercado en lo que no genera beneficio es quitado de inmediato de la circulación o relegado a una posición tan marginal que es prácticamente imposible su acceso.

Ante este panorama, en el mundo del conocimiento y la cultura observo, entre otros, dos comportamientos:

1. La cultura de masas. Que consiste básicamente en capitalizar el fenómeno cultural. Los museos son visitados en tropel por un público en la mayoría sin la formación suficiente para comprender lo que están viendo. Las editoriales son multinacionales en las que se potencian los fenómenos de gran tirada popular, lo fundamental es vender millones de ejemplares de libros de un contenido hecho a la medida de un público que busca un divertimento en la lectura (cosa respetable), pero el producto que se les ofrece rara vez educa, hace más culto al que lo disfruta. Son libros, la mayoría escritos con un lenguaje cinematográfico de ritmo trepidante en el que el vocabulario es a veces tan simple que nada aporta al lector salvo como decía antes, el del divertimento de verano o en un avión. Yo resumiría esta política en la cultura para todos, la cultura como negocio. Esto sería maravilloso si los planes de estudios fueran mas fuertes culturalmente y el público tuviera una formación lo suficientemente sólida para disfrutar de una exposición de pintura, una ópera, etc., los creadores nos encontraríamos con un público entendido y exigente lo cuál iría en claro beneficio social. En resumen, como esto no ocurre, lo que encuentro es puro y duro negocio.

2. La llamada cultura alternativa. Basada esta en una serie de fenómenos pseudo culturales de origen esotérico, filosofía oculta, cultura zen, etc. El público que he podido observar adscrito a este fenómeno en su mayoría es un público que creyendo huir de la cultura oficial, está inmerso en otro negocio, quizá mas reducido que el anterior, pero de la misma catadura.

Todo esto me hace pensar que el público es menos vulgar que lo que se cree ya que en el fondo de ambos movimientos, observo una auténtica necesidad de alimento espiritual. Ya que las religiones oficiales van decayendo para un público numeroso, estos quedan desposeídos de referentes espirituales y ante esta certeza, el motor financiero olfatea el negocio y crea otra religión: la cultura.

Pero toda religión necesita sus sacerdotes y aquí es donde aparece la figura del artista como ya la presintió Kandinsky. Un personaje encumbrado y protegido por una maquinaria económica todopoderosa que lo convierte en un Dios. En Sísifo. El artista debe crear a toda marcha, para satisfacer al mercado, mas madera, mas madera. Luego iremos la masa y aplaudiremos, desde nuestra ignorancia el resultado, un resultado desposeído de profundidad, de verdadera capacidad e intensidad de expresión. El arte ha dejado de ser transmisora de conocimiento, convirtiéndose solamente en un producto decorativo, vendible. Es lo que llamo el arte nada, o el arte comodín.

Me gustaría pensar que este sistema, tan endiablado, es el que está herido de muerte, ya que desde hace algún tiempo, vengo oyendo a artistas de primer nivel, mostrar claramente su desacuerdo. Pérez Villalta lo llama “ La internacional moderna”. En un medio de comunicación le escuché decir que hoy día no se hace ninguna obra que valga la pena viajar para ir a verla. Este argumento, tan aplastante me parece sintomático de que un hartazgo lleva años gestándose. Eso sí, a muy pocos artistas de verdadera talla le he oído expresiones semejantes, en el fondo ven peligrar “el negocio” si dicen lo que verdaderamente piensan de manera pública.

La idea de este libro surge un poco de todas estas reflexiones, de mi convencimiento de que la pintura ( como el resto de artes), es lo que ha sido siempre, un vehículo de expresión de sentimientos y conocimientos que el creador genera en su insaciable búsqueda, de la búsqueda de explicación a lo que nos atormenta a todos, a la búsqueda de celebrar, glosar y cantar las bellezas de este mundo y en la medida de lo posible poner el foco en realidades que sensibilidades quizá mas dormidas o simplemente enredadas en otros asuntos le pasan a diario desapercibidas, para que así, el fenómeno artístico sea una bacanal de los sentidos destinada al disfrute y enriquecimiento personal de artista y público, de individuo y colectividad.

* * *

Desde el primer momento, quiero dejar claro que lo expuesto en el presente libro es fruto única y exclusivamente de MI visión de la pintura, ya que solo de pintura hablaré aquí. No pretendo elaborar un tratado y mucho menos - que miedo – un manifiesto. El siglo XX fue bastante prolífico en manifiestos, siempre parciales y excluyentes, y sospechosamente herederos de un concepto claramente vinculado a posiciones políticas. Maridaje este, tan inútil como peligroso.

Solo reivindico en este conjunto de escritos, mi necesidad de exponer de manera coherente y unitaria un conjunto de reflexiones que se derivan o forman parte intrínseca de mi producción pictórica. Solo una necesidad interior de comunicación me empuja a no guardar dentro de mí este corpus reflexivo y consecuentemente no busco ni el proselitismo ni la bandera. Creo que ha estas alturas de la historia del arte, el artista debe crear su universo teórico y ponerlo en práctica en su obra. Reivindico aquí (salvando las distancias de todo tipo) de las actitudes de los artistas del Quatrocento y renacimiento, capaces de pintar y escribir sobre lo que pintaban, es decir, sobre lo que sentían y pensaban.

El presente escrito está dividido en capítulos donde analizo los diferentes roles que el pintor ha tomado, toma o podrá seguir tomando a la hora de enfrentarse a la práctica artística. Para abordar esta visión de manera ilustrativa me veo obligado a trazar comparativas más o menos constantemente a lo largo del texto, entre actitudes del pasado y actitudes actuales. Téngase en cuenta que intento un análisis global, para lo cual es útil observar las distintas épocas de la historia de la pintura como una “correa de trasmisión” y no como compartimentos estancos que se van sucediendo.

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